El presidente de la compañía dijo que no encuentra egresados sub 25 capaces de desempeñarse dentro de su planta en Zárate. Remarcan que se da un choque “aspiracional”
El caso Toyota abrió un debate sobre la formación que reciben los chicos en la escuela. Su presidente en Argentina, Daniel Herrero, advirtió que se les hace difícil reclutar jóvenes para puestos en la automotriz por la sencilla razón de que no tienen el secundario completo y aquellos que sí obtuvieron el título muestran falencias graves, por ejemplo, en comprensión lectora.
“Durante la pandemia tomamos 500 personas más para reemplazar a los ausentes por cuestiones de salud o edad y queremos tomar otras 200, por algunos proyectos que tenemos a futuro”, mencionó Herrero en un ciclo de charlas del Rotary Club de Buenos Aires. “Pero se nos hace difícil en nuestra área geográfica encontrar esas 200 personas con secundario completo, porque en Buenos Aires se perdió el valor de un secundario. Y se les hace difícil hasta leer un diario. Tenemos que trabajar, con nuestra responsabilidad social, en la educación de la Argentina hacia el futuro”, agregó.
La frase generó repercusión en el sistema productivo. Pronto otras empresas se sumaron: dijeron estar en la misma situación, con búsquedas abiertas por falta de perfiles acordes. La pregunta inmediata que se dispara es por qué. ¿Por qué no hay 200 jóvenes en la zona de Zárate-Campana, donde está ubicada la planta de Toyota, que hayan terminado la secundaria y que se postulen para puestos de operario en la industria automotriz, con sueldos de 150 mil pesos, muy por encima del promedio?
Un informe del Observatorio Argentinos por la Educación, con autoría de Mariano Narodowski (profesor de la Universidad Torcuato Di Tella), intentó responder ese interrogante. La principal conclusión que alcanzó fue que el público objetivo de esas búsquedas, varones pobres bonaerenses, en general no terminan el secundario.
La información disponible no permite saber cuántos graduados menores de 25 años hay en Zárate. Lo que sí se conoce es que en 2018, último registro oficial, había 1.314 estudiantes cursando el sexto año del secundario. Al proyectar esa cifra para los sub 25, resulta evidente que no es un tema de cantidad de graduados. Mucho menos si se considera a los egresados de partidos cercanos a la planta como Campana, Escobar o San Miguel. En ese caso, la cifra se quintuplicaría.
Lo que sucede es que el perfil del egresado no condice con la búsqueda laboral. En 2018, solo el 2% de los estudiantes varones de sexto año en Zárate pertenecían al tercil más bajo de ingresos. La mayoría de los chicos más pobres, potenciales candidatos para estos puestos, queda en el camino antes de terminar la secundaria. La realidad excede al partido bonaerense: en todo el país, los graduados son en su mayoría mujeres procedentes de sectores medios y altos.
Si bien no hay datos específicos de Zárate, la información para el Gran Buenos Aires muestra que en el quintil de menores ingresos, el acceso a los estudios superiores es del 9%, mientras en el resto de los segmentos socioeconómicos la cifra se cuadruplica.
“Para quienes preguntaban, la lacónica respuesta es: casi no hay varones pobres con secundario completo en Zárate-Campana”, remarcó Narodowski. “La escuela secundaria excluye a los adolescentes varones pobres, para quienes el trabajo industrial implicaría una clara mejora de la calidad de vida y probablemente movilidad social ascendente, mientras que los graduados secundarios de los sectores medios y altos de la población no parecen interesados en incorporarse a la actividad industrial en el sector privado”, continuó
En cuanto a las habilidades de estos jóvenes, el 64% de los estudiantes del último año de secundaria en Zárate están por encima del nivel básico de comprensión lectora. La tendencia se mantiene similar desde 2013 hasta 2017. Si bien los aprendizajes están lejos de ser los deseables, deberían ser suficientes para el trabajo demandado.
En conclusión, se da un choque “aspiracional”. Los jóvenes de sectores medios o altos, que son los que en su mayoría logran terminar la secundaria, prefieren seguir estudios universitarios o terciarios y no desembarcar en puestos que requieren de mayor “sacrificio físico” como lo puede ser el de un operario automotriz. En cambio, los varones que sí estarían interesados en ocupar esos puestos, los procedentes de sectores populares, no llegan siquiera a obtener el titulo secundario.